Una veintena de grupos y más de un centenar de personas llegadas de distintos puntos de la provincia y de Portugal protagonizan la primera muestra de las Mascaradas que acoge la capital
Uno de los cencerreros, durante el desfile de ayer por las calles de la capital
El Carnaval no terminó este año en Zamora con el popular entierro de la sardina. Las máscaras volvieron a salir ayer a la calle, aunque en esta ocasión no había ni carrozas ni purpurina, ni tonos rosáceos en los disfraces, sino los tradicionales ropajes usados en las peculiares y ancestrales mascaradas tan típicas en muchos pueblos de la provincia.
Las caretas con cuernos de macho cabrío y los chirriantes sonidos de los cencerros lograron atraer la curiosidad de los zamoranos de la capital, sorprendidos con las idas y venidas del Tafarrón de Pozuelo de Tábara; o por las \\"diabluras\\" de los enmascarados de Tras os Montes.
Un total de 17 grupos, todos zamoranos excepto uno, del municipio portugués de Braganza, protagonizaron ayer por la tarde el desfile con el que se cerró el seminario transfronterizo \\"Máscaras\\", enmarcado en un proyecto que persigue, entre otras cosas, la declaración de Bien de Interés Cultural para las mascaradas de Zamora y Tras os Montes, en el país vecino, territorios que comparten manifestaciones culturales comunes.
En la comitiva, más de un centenar de personas ataviadas unas con trajes típicos, otras con tradicionales vestimentas, de retales de vivos colores o de paja, se hicieron eco de la supervivencia de las celebraciones paganas más arcaicas.
Abrían el desfile los Cencerrones de Abejera. Dos hileras de personas a uno y otro lado de la calle aguardaban en Santa Clara el \\"diabólico\\" espectáculo. El Cencerrón de Abejera agitaba las tenazas mientras su compañera la Filandorra esparcía «la ceniza del infierno, como representación del mal».
De Almeida de Sayago había llegado la Vaca Bayona, con sus grandes cuernos; de Braganza, los Amigos Dos Caretos que, de rojo de la cabeza a los pies, hacían por perseguir a las mozas; de Ferreras de Arriba, la Filandorra; de Montamarta, el Zangarrón; o de Palacios del Pan, la Vaquilla, con sus Cencerreros y gitanas.
El desfile organizado por la Diputación entre el Colegio Universitario y el antiguo Palacio de la Encarnación paralizó durante unos minutos el tráfico en la plaza de Alemania, mientras los traviesos personajes danzaban al son de los cencerros, ofreciendo así una representación hasta ahora nunca vista en la capital.
Para la especial ocasión también llegaron de Palazuelo de las Cuevas, la Obisparra; de Pereruela, la Vaca Antrueja; de Pobladura de Aliste, la Obisparra; de Pozuelo de Tábara, el Tafarrón; de Riofrío de Aliste, los Carochos; de San Martín de Castañeda, la Visparra; de Sanzoles, el Zangarrón; de Sarracín de Aliste, los Diablos; de Tábara, los Palos; y de Villanueva de Valrojo, los Carnavales.
Foto:António Pereira
Texto: Teresa Santos, La Opinión de Zamora