Rihonor y Rionor son dos pueblos fronterizos hermanados y a los que únicamente distancia la pertenencia a distintos países y diferencia la calidad de algunos servicios básicos.
El primero es de España y el segundo de Portugal, y sus habitantes viven tan alejados de las capitales y tan reconcentrados en sus afanes que ayer desconocían la existencia de la cumbre hispano-lusa que hoy reúne, en Zamora, al presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y al primer ministro luso José Sócrates. Al tiempo que a una pléyade de ministros.
Enterados de esta gran cita, llueven de sus bocas las reivindicaciones, que tienen que ver con la mejora de las comunicaciones (especialmente la parte española), la mejora de la telefonía móvil, la recepción de la televisión, una línea de autobús Braganza-Puebla, urinarios públicos porque los turistas no saben dónde meterse y hasta una nueva campana para la iglesia española. Además, como Pueblo Europeo, piden que salga adelante el gran proyecto presentado a Bruselas, que contempla un hotel y una farmacia. Pero no paran ahí sus necesidades o lamentos.
Las contadas chimeneas humeantes, en una mañana fría y nevisqueante, revelaban que ambos pueblos sufren la despoblación, y la madurez de las pocas personas que ayer asomaron por la calle certificaba que también padecen el envejecimiento. Ceñidos a los datos, Rihonor de Castilla está habitado en estas fechas por trece personas con nombres y apellidos, «los más niños», próximos a los sesenta años; y Rionor de Portugal todavía cuenta con unos 65 que, salvo un mozo maduro, «tiran todos de los cincuenta años para arriba».
Ambas comunidades viven viéndose prácticamente todos los días la cara porque están a un brinco la una de la otra y llevan tal ligazón que de continuo están de uno a otro pueblo.
En Rihonor existe la única tienda, y en el Rionor luso los dos únicos bares, de modo que por motivos de alimentos o por el trago, siempre hay lusos y españoles en uno u otro lugar. Rosario de Dios salió ayer de casa para atender a los conejos, que tiene en la zona portuguesa. Y el tendero Manuel Fernández es el encargado de atender a la parroquia lusa, donde el chocolate es uno de los productos preferidos. Llama la atención la pila de turrones que mantiene en la estantería, y es que, según cuenta, «en verano es cuando más se vende, sobre todo para Brasil».
El cartero Manuel San Román estaba ayer a buena hora repartiendo la correspondencia por Rihonor. Al poco, suministraba el combustible un camionero al mandatario de Rionor, Antonio Prieto. El precio del gasoil, así como el de la gasolina y sobre todo del gas, es otro motivo de diferencia, pues en Portugal está marcadamente más cara que en España. «Yo compro la bombona en España, vale 12 euros y aquí 18».
Consuelo Prieto, del pueblo español, está ahora instalando la calefacción «porque los nietos no quieren venir sino hay calefacción». Atiende una docena de ovejas y menciona por su nombre a los trece residentes, encabezados por María, de 85 años, como la más longeva, y Miguel Antonio Prieto, de 54 años, como el más joven.
Llega Rosario de Dios y pide «una nueva campana para la iglesia, porque está rota, y el arreglo de la escuela para centro de mayores».
En el bar del pueblo portugués permanece con todo a oscuras, porque no hay clientes, Bernardino José Prieto, que sirve dos cafés, a los que invita por no cambiar diez euros. Su petición es que la Administración ponga en servicio una línea regular de autobús entre Braganza y Puebla. Sucede que Rionor y Braganza tienen todos los días coche de línea, mañana y tarde, en tanto que entre Rihonor y Puebla únicamente hay el lunes. «La gente que viene de Portugal y quiere ir a Puebla tiene que coger un taxi. Si hubiera autobús irían muchas más personas» expresa.
Otra cuestión en la que hace hincapié es en la instalación de servicios públicos, «porque sólo están los dos bares y tienen que hacer cola, en el caso de estar abiertos los locales». Algunos, dice, «lo han tenido que hacer en el coche». Es un problema porque el Rionor goza de una importante afluencia de visitantes. Algo que echan de menos en el Rihonor de Castilla. Manuel Fernández resalta que «todos los presidentes y altos representantes lusos han estado en Rionor, en tanto que ningún alto mandatario español ha puesto los pies en el pueblo castellano». Señala que «el Gobierno debería pagarle por tener el negocio abierto». Para demostrar un poco la situación que viven los que siguen fieles al medio rural hace referencia a que tiene una hija, ya trabajando, «a la que casi no veo desde que tenía 9 años porque por estudios o trabajo siempre esta fuera».
En el pueblo luso reclaman una antena que permita recibir las emisiones de televisión españolas «porque tiene buena programación».
Dos pueblos, pendientes de una autovía que una León con Braganza
La mejora de la comunicación es una de las reivindicaciones prioritarias y a ello han colaborado los representantes de los distintos partidos políticos españoles al insistir en la construcción de, nada menos, que una autovía que enlazará León, La Bañeza, Puebla y Braganza, pasando por Rihonor y Rionor.
Es, desde luego, una necesidad, y los problemas radican, muy especialmente, en la parte española. Rionor de Portugal cuenta con un excelente enlace hacia Braganza, pero el trayecto español hasta Puebla es una ruta de riesgos y peligros por su estrechez, abundancia de curvas y mala calzada. Existe el gran problema en el mismo pueblo de Rihonor, que hace imposible el paso de camiones y de autobuses. Antonio Prieto manifiesta que en el pueblo luso de Rionor «se quitaron las escaleras exteriores de los edificios para ensanchar la vía». Y señala que el paso por el pueblo español sólo es posible para autobuses «de hasta 40 plazas». Para Prieto «no es necesario que sea una autovía», con una buena carretera vale.
La Asociación de Amigos de Portugal, que reúne a alcaldes, industriales y otros colectivos ha trasladado a la Junta de Castilla y León, y al Gobierno central, la conveniencia de esta mejora vial. Todos dicen estar por la labor. En Rihonor minimizan los problemas porque «sólo supondrá eliminar algunos pinos, y construir un nuevo puente, y hacer una circunvalación por ambos pueblos». Pero existe incertidumbre. Rosario de Dios es clara y lo expone alto: «de todo lo que dicen, nada hacen».
Todos hacen alusión a la gran querencia de los portugueses hacia la tierra sanabresa, y al revés.